Messi y el duelo – MarcadorInt


Nos gusta el fútbol porque casi nunca tiene final. Es un domingo permanente que desemboca en viernes. Los tres pitidos del árbitro marcan el inicio de la próxima previa. Vives en una pretemporada constante, siempre a la espera de lo que vendrá. El fútbol da revancha, el fútbol está dispuesto a darte otra oportunidad, el fútbol, en la televisión o en tu cabeza, siempre está. Pero a veces el fútbol coge un rotulador permanente y escribe un punto final. Son pocas, por eso imponen tanto. De toda la rueda de prensa de despedida de Leo Messi, hubo una frase que retumbó en el auditorio. “Esto ya no vuelve, esto es el final”, dijo como si marcara una falta por debajo de la barrera. No va más, sentenció el crupier de la felicidad culé.

Lo peor del fútbol es que te obliga a mirar para atrás. Confirma que el tiempo pasa y eso siempre da miedo. Que se vaya Messi te hace rebobinar y ver que no eres el mismo que cuando marcó contra el Albacete, que tienes menos abuelos que cuando la lio en el Gamper, que la primera borrachera de Messi fue tu primera borrachera, que cuando voló en Roma no tenías barba, que cuando marcó con el escudo no tenías novia. Cuando debutó Messi eras un niño que quería ser adulto y cuando se ha ido eres un adulto que quiere ser un niño.

“La gente se va a acostumbrar”, dijo Messi en otra fase lapidaria. El problema no es no acostumbrarse a la ausencia de alguien, el problema es precisamente acostumbrarse. Aprender a vivir sin esa persona, tirar para adelante. Los aficionados del Barça han pasado por todas las fases del duelo. Una tarde de verano vino la etapa de la negación. Después la de la ira. Contra Laporta, contra Tebas, contra el propio Messi, contra ti. Hubo una madrugada en la etapa de la negociación. Y si se hiciera el último intento. Y si se rebajara el sueldo. Y si se vende a este. El condicional es el paso previo a la frustración. En la rueda de prensa empezó la etapa de la depresión. No había tristeza, directamente no había nada. Se iba él, así que te ibas tú.

El pasado martes, frente al Bayern de Múnich, empezó la última etapa, seguramente la más difícil: la de la aceptación. Se entiende que la persona no volverá. Que la vida sigue. Que tienes que levantarte y hacer lo de siempre: vivir sin que duela demasiado. “Es lo que hay”, dijo Piqué. “Es lo que hay”, dijo Koeman. El Camp Nou fue un tanatorio. Hubo hasta el atisbo de felicidad que a veces se encuentra en el dolor. Pero dolieron muchas cosas sin él: los tres goles y sobre todo los no goles del Bayern. No tocas fondo el día que te dan una paliza, tocas fondo el día que se apiadan de ti. No te humillan cuando te quitan la vida. Te humillan cuando te la perdonan.

Escribió Jordi Puntí que imaginaba la ausencia de Messi como ese dolor fantasma que sienten los amputados. Y tiene sentido porque el año que se iba a quedar, se fue. Se lo arrancaron de cuajo a los culés. Su marcha recordó al inicio de La única historia. Julian Barnes plantea un dilema: ¿Prefieres amar más y sufrir más o amar menos y sufrir menos? Sufrir menos, lo que eligió Laporta, era no pasar apuros económicos. “Si eliges, es que ya no es amor”, sentenciaba Barnes. Al Barça le pasó lo que a esas parejas que dejan al otro porque no pueden dejarse a sí mismos.

Hubo un instante de felicidad triste en el debut de Messi. Se desmarcó pisando la frontal como un elefante y no viste a Mbappé, viste a Jordi Alba. Pero no se la pasaron y fuiste un poco feliz porque no lo entendían como en el Camp Nou. Lo que significa que quedan por delante muchos momentos de tristeza feliz. El día que Messi marque con el PSG. El día que Messi no celebre sus goles en el Camp Nou. El día que levante trofeos con otra camiseta. Es tiempo de saber llevar el luto, de que pase el duelo. Lo más difícil es que no se pueda hacer nada. Esperar, como mucho. La única solución es que pase el tiempo, pero el tiempo es así de caprichoso: cuando quieres que pare va rapidísimo y cuando quieres que corra se para.

Imagen de portada: Ryan Dinham/Focus Images Ltd.