Griezmann, Ronaldo y volver – MarcadorInt


Hay dos formas de irse. Con un portazo o con un “no tardo”. Con malas palabras o saludando a tus padres por el hueco del ascensor. A veces te ibas de casa y parecía que no ibas a volver, con el empoderamiento que te daba echarte Axe por primera vez o pintarte la raya del ojo en algún espejo retrovisor. Pero las discotecas siempre encienden la luz y cuando todo cierra lo único que está abierto es tu casa. Y volver, salvo contadas excepciones, siempre hay que volver.

Griezmann, por ejemplo, ha decidido volver después de una mala noche. Pensaba que se lo iba pasar bien, que iba a ser el alma de la fiesta, pero la primera vez que echó a volar el confeti se lo reprocharon. El Barça fichó a un jugador que celebraba los goles como un niño de cinco años y que aparecía sólo para marcar gol y cuando en el Camp Nou sólo aparecía para marcar goles y los celebraba como un niño de cinco años, se lo echaron en cara. Jordi Puntí definió a la perfección el periplo azulgrana de Griezmann: “No se adaptaba a la línea editorial del Barça”.

Él tampoco contribuyó demasiado, porque cuando se esperaba que comiera en la mesa de Messi y Cristiano Ronaldo y hasta que estos se levantaran, un poco más y tiene que barrer las migajas. Después de una mala trayectoria culé, igual que tú después de rozar el coma etílico, decidió que como en casa en ningún sitio. El problema es que tuvo una bronca con los padres antes de irse y ellos aún se acuerdan. El francés hasta se cortó el polo, un signo inequívoco de recuperar la ilusión. Es una de las formas más prácticas de cambiar la cabeza. De ser otro, el de antes en este caso. Aún así necesitaba el perdón. Quién sabe si lo encontró con el gol en Milán.

Cristiano Ronaldo, en cambio, volvió con las puertas abiertas. Es verdad que en Old Trafford hizo una gran carrera, y es verdad también que siguió forjando su leyenda. Pero que vuelva al Manchester United y despierte ilusión es porque importa mucho cómo estás en un sitio, pero sobre todo importa cómo te vas. Las despedidas, aunque sucedan al final, son tu carta de presentación. Son la cosa triste más alegre de la vida.

Lo que han hecho los dos, al final, es volver a casa. Ya puede llover fuera, ya puede estar cayéndose el mundo, ya puede el trabajo ser una mierda, que entrar en casa siempre es sentirse a salvo. Es un refugio, una libertad entre cuatro paredes. Nos gusta nuestra casa sea como sea, con las paredes blancas o rojas, con plantas de interior o jarrones chinos. Volver a casa es ser feliz porque sí. Los cabrones se quedan fuera y, como dice Gandalf, ¡no pueden pasar!

Griezmann marcó con la camiseta del Atlético, Ronaldo marcó con la camiseta del Manchester United y Messi marcó el gol de siempre, el que marcaba cuando todos tus abuelos vivían. Recordar que hay un pasado, que por un momento todo puede volver a ser como antes, te asoma a tú yo de hace muchos años. El pasado es un tramposo porque no puede volver, pero justo por eso es maravilloso. De él se puede volver con la cabeza alta o con la. Frente marchita, con, como dice la canción “el miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida”.

Imagen de portada: Kristian Kane/Focus Images Ltd